SENTIR ASÍ
que en aquel lugar del Universo,
donde no había dolor,
merecía la pena vivir
y acurrucarse entre las piedras
aunque nunca fuese Primavera.
Luego, me di cuenta
de que los relojes no marcaban las horas
y las sonrisas eran imitaciones
pintadas sobre las paredes
de las cuevas.
Ahora, mientras cada día
recorro con la mirada el cauce del río
y rozo con mis dedos
la hierba mojada
me doy cuenta
de que vivir es otra cosa.
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