Un blog de poesía sencilla y otras cosas para todos aquellos a los que les guste apoyarse, al menos una vez al día, en el alféizar de una ventana a ver pasar la vida.

PEQUEÑAS HISTORIAS DE AMOR II

La calle no eras tú.

Ilustración de Alex Rey



A la una de la tarde sonó la puerta de la calle. Un par de golpes suaves nada más. Estábamos sentadas a la mesa a punto de comer, hambrientas mi hermana y yo después de una agotadora mañana de colegio. Mi madre se dirigió a la entrada y abrió, a pesar de ir quejándose de que alguien pudiera venir a molestar a esas horas. Durante unos minutos seguimos concentradas delante de nuestros platos, sin importarnos para nada quién había llamado. Oímos ruidos de pasos extraños en el pasillo, pisadas fuertes que venían siguiendo a nuestra madre y una voz grave llenó nuestros oídos. Levantamos la cabeza de la comida y vimos a un desconocido bajo el arco de entrada a la cocina. Mi hermana me agarró la mano y se apretujó contra mi. Era un hombre con muy mala pinta, me pareció a mi, incluso sucio, pensé. No hubo palabras tranquilizadoras en nuestros oídos, ni siquiera una mirada de nuestra madre advirtiéndonos para que nos comportáramos. No hizo falta, estábamos hipnotizadas. Mi madre charlaba con aquel extraño como si lo conociera de toda la vida y él le contaba su historia callejera. Le puso un plato y cubiertos y le sirvió una copa de vino. No hubo explicaciones, no se cómo ni por qué dos niñas pequeñas entendieron e hicieron lo que había que hacer. Mi hermana me soltó la mano y le alcanzó al extraño un pedazo de pan y yo me levanté de la mesa y ayudé a mi madre a cargar en una bolsa todo lo que sacaba de nuestra despensa. Comió y se fue. Nunca más lo vi. No me acuerdo de su cara, ni de su nombre, ni de su historia. Solo se que sin palabras aprendí ese día que la comida no solo llena el estómago sino que puede alimentar el alma hambrienta del que la da y del que la recibe.




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